Una de las prácticas de salud mental que se ha extendido desde hace algún tiempo es la terapia de grupo, una estrategia con múltiples beneficios que trabaja con un número reducido de personas dirigidos por un coordinador con el objetivo de desarrollar un proceso de sanación y aprendizaje con participación de los pacientes.
Los terapeutas especializados que están al frente de estas sesiones pueden ser psiquiatras, psicólogos o terapeutas formados en otras disciplinas vinculadas con la salud mental.
Las primeras experiencias de esta práctica se remontan a 1905, cuando el médico internista estadounidense Joseph Pratt, organizó grupos con pacientes tuberculosos pues aseguraba que el apoyo psicológico entre ellos era un factor importante para su recuperación. No obstante, fue el psicólogo y sociólogo rumano Jacob Levi Moreno quien acuñó el término
“psicoterapia de grupo” en 1932.
A diferencia de otras estrategias para el abordaje de la salud mental, la terapia de grupo es compartida por distintas escuelas psicológicas, es decir, terapeutas gestálticos, sistémicos, psicoanalistas, cognitivos, etc. trabajan con grupos.
Existen básicamente dos tipos de terapias grupales: la que trabaja con equipos homogéneos (por edad, género, tipo de conflicto o trastorno), donde las reacciones individuales frente a una problemática común generan un intercambio de información y apoyo mutuo.
El otro tipo es de grupos heterogéneos, donde el terapeuta combina edades, géneros, problemáticas. Aquí cobra mucha importancia la diversidad y las personas integrantes del grupo suelen ser pacientes que el especialista ya ve de forma individual.
Uno de los beneficios de la terapia de grupos es que provee una red de apoyo. Mientras los profesionales deben mantenerse en su rol, el resto de los participantes no están sujetos a tantas limitaciones, y pueden surgir vínculos emocionales que amplían los efectos de la terapia.
Por otro lado, permite conocer distintos puntos de vista y romper con creencias disfuncionales. El contacto con otras personas que transitan los mismos problemas u otros diferentes, hace que los participantes vean que no son los únicos en ese proceso, además de exponerse a enfoques que tal vez no había escuchado o con los que se sienta identificado.
Otra de las ventajas de la terapia de grupo es que ofrece una gran oportunidad para desarrollar habilidades sociales. Esta estrategia es ampliamente interactiva e impulsa la participación y coordinación con los otros integrantes. Se genera un entorno de aprendizaje en tiempo real acerca de aptitudes vinculadas a la escucha activa, la retroalimentación y la organización de ideas para expresarlas al resto.