Jabones, los grandes aliados de la higiene

El origen del jabón está rodeado de varias versiones. Una de las más difundidas se esconde en la misma palabra que proviene del latín sapo, que a su vez se deriva del germánico saipôn.

Una de las historias del origen del jabón se ubica en Roma, donde se asegura fue descubierto por accidente por mujeres que lavaban ropa en las aguas del río Tíber, a los pies del monte Sapo,a donde llegaba una mezcla de grasa animal y cenizas proveniente de los sacrificios que se hacían en la cima.

Tan influyente es esta versión que al proceso químico mediante el cual se hace el jabón se llama saponificación y fue identificado en 1823 por el químico francés Michel-Eugène Chevreul. A partir de allí su uso industrial se comenzó a expandir y masificar. No obstante, hay evidencia de que al menos desde el año 2500 AC ya se usaba entre los sumerios.

Cuando estamos frente a la góndola de jabones en la perfumería o en el supermercado podemos apreciar la variedad de estos productos. Los podemos ver en pastilla, líquidos, gel, etc. Sin embargo, es posible distinguir básicamente dos tipos: los cosméticos y los medicinales. ambos tienen la función de limpiar, pero cada uno apunta a un fin extra específico.

Los cosméticos son conocidos como “jabones de tocador”, abarcan una extensa gama de productos por múltiples marcas Los dermatólogos recomiendan jabones blancos y de suave fragancia ya que aquellos con perfumes intensos y colores llamativos suelen ser irritantes.

Luego tenemos los medicados que apuntan a atender condiciones cutáneas específicas, y sobre todo para el cuidado facial, agrupan variedades para piel grasa o con problemas de acné. Encontramos también en este grupo a los jabones yodados que son antisépticos para la limpieza de heridas.

Aunque forman parte de nuestra vida diaria, es importante tomar en cuenta la forma en que usamos los jabones. Los expertos recomiendan cuidar la frecuencia de su uso para mantener el balance del manto ácido de la piel y evitar reacciones como enrojecimiento, descamación y sensación de tirantez.

Para ello es clave especificar por partes del cuerpo. En el caso del rostro, es recomendable lavarlo dos veces al día (en la mañana y en la noche) y si su uso es exfoliante, limitarlo a tres veces a la semana.

En cuanto al cuerpo, los especialistas recomiendan utilizar el jabón solo en el área de las axilas y los genitales, al momento del baño. Donde sí debe ser constante es en las manos, ya que están altamente expuestas al sucio, bacterias y virus. El lavado de manos debe hacerse antes de cada comida, después de ir al baño y al regresar a casa. Si no se dispone de jabón es útil el gel antibacterial de los cuales hay en muchas presentaciones.

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