Gastritis, estómago en apuros

Gastritis es el término que se usa para las enfermedades que tienen en común la inflamación del revestimiento del estómago. Es causada por infección bacteriana, uso de analgésicos, exceso de alcohol y estrés. Se manifiesta con dolor o ardor (indigestión) en la parte superior del abdomen, náuseas y vómitos.

Una vez en el estómago, los alimentos son transformados en sustancias simples para su absorción, esto es posible gracias a los jugos gástricos (especialmente ácidos). Para defenderse de estos elementos corrosivos, el estómago tiene un revestimiento en su pared interna que si se debilita se inflama ocasionando los malestares típicos de la gastritis.

Es una enfermedad que puede darse súbitamente (gastritis aguda) o desarrollarse con el paso del tiempo (gastritis crónica). En algunos casos, produce úlceras y más riesgo de sufrir cáncer de estómago. No obstante, en la mayoría de los casos no es grave y mejora rápidamente con tratamiento.

La principal causa de la gastritis es la presencia de la bacteria Helicobacter Pylori que coloniza las paredes del estómago y genera desde inflamación moderada hasta lesiones hemorrágicas. Otros causantes son el alcohol, la nicotina, los antiinflamatorios y analgésicos, así como el estrés y la ansiedad.

También puede ocasionar gastritis el consumo de comida con exceso de condimentos irritantes, como los picantes, así como el abuso de bebidas estimulantes como el café, el mate o las gaseosas.

Existen varias formas de diagnosticar la gastritis. El examen de heces, por ejemplo, ayuda a investigar la presencia bacteriana, mientras, la endoscopia o la radiografía del aparato digestivo superior es útil para buscar signos de inflamación.

El tratamiento que por lo general indican los médicos consiste en antibióticos (para atacar el helicobácter pylori), medicamentos que inhiben la producción de ácido estomacal como omeprazol o lansoprazol y antiácidos.

Estas indicaciones profesionales suelen ir acompañadas de sugerencias caseras especialmente en cuanto a llevar una dieta antiinflamatoria que significa evitar alimentos con gluten, procesados, lácteos, dulces o picantes. Además, procurar la ingesta de probióticos (como el yogourt), té negro, menta y jenjibre.

Por otro lado, en cuanto a reducir el estrés, las recomendaciones van por el lado de llevar un estilo de vida en el que se incluya prácticas que permitan la relajación. Puede ser ir a un gimnasio, tomar clases de yoga, ejercitar la respiración e incluso en algunos casos se puede considerar asistir a terapia con especialistas de salud mental.

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