La aromaterapia es una rama de la medicina alternativa que consiste en aplicar tratamientos que utilizan aceites esenciales extraídos de las plantas que activan los receptores olfativos con un efecto en el cuerpo y la mente. Estos aceites se pueden inhalar de forma directa o indirecta, aplicarse en la piel con masajes, lociones o sales de baño.
Aunque las investigaciones sobre la efectividad de la aromaterapia son limitadas, algunos estudios muestran que es beneficiosa para mejorar el sueño, aliviar la depresión y la ansiedad, reducir los dolores causados por la osteoartritis y cálculos renales.
Antes de iniciar este tipo de terapia alternativa es recomendable consultar con el médico y aclarar todas las dudas que se tengan, así como prestar atención a la posibilidad de alguna reacción alérgica, en especial si se van a aplicar los aceites directamente en la piel.
La aromaterapia actúa sobre el sentido del olfato y mediante la absorción al torrente sanguíneo. Los receptores olfatorios transportan los olores directamente a una parte del cerebro llamada sistema límbico que está conectada con el instinto, el humor y la emoción. La terapia se basa en que los olores estimulan la liberación de sustancias químicas y con ellas una mejora en las dolencias físicas.
Los expertos coinciden en que existe un efecto más beneficioso en las dolencias menores, problemas digestivos, síndrome premenstrual, enfermedades relacionadas con el estrés, pero no en caso de problemas de salud más grave. Además, es considerada un complemento y no un sustituto de la medicina tradicional. Es decir, por ejemplo, en pacientes con enfermedades crónicas, además de las medicinas, se puede usar la aromaterapia para manejar la ansiedad y la depresión, pero no como una cura en sí.
Cada tipo de aceite tiene un fin específico, dependiendo de la dolencia que se quiera tratar. Los de lavanda, mirra, manzanilla, incienso, jazmín, neroli, naranja, mandarina, ylang-ylang, tienen efectos relajantes. Al de lavanda también se le atribuyen propiedades antisépticas.
Si se busca un efecto revitalizante se pueden usar los aceites de limón, semilla de pomelo, canela, enebro, vainilla, geranio, romero. O si se quiere un efecto estimulante, entonces los ideales son los de menta y eucalipto. Otros, como el aceite de árbol de té, son famosos por sus propiedades antisépticas, entre los que también se incluye el eucalipto (que además espanta a los mosquitos).
El uso de estos aceites debe siempre hacerse bajo la recomendación de los especialistas en aromaterapia. Además, es muy importante seguir las instrucciones para evitar que falle el tratamiento o que suframos algún percance con su manejo, en especial cuando utilizamos difusores eléctricos.
Si nos aplicamos los aceites en la piel, los efectos secundarios pueden incluir reacciones alérgicas, irritación de la piel y sensibilidad al sol. Algunos aceites requieren que no nos expongamos al sol si los usamos, como el de limón.