Inteligencia emocional, en qué consiste y cómo usarla

La pasión y la razón se ven usualmente como opuestos, y las emociones, en particular, se ven como caóticas, fortuitas e inmaduras. Esa dualidad corazón-cerebro ha inspirado canciones, poemas y miles de historias. La ciencia le puso algo de tranquilidad al asunto cuando hace más de 25 años, el concepto de inteligencia emocional se abrió camino.

Un nombre destaca entre los autores: Daniel Goleman, quien con su libro “Inteligencia Emocional” en 1995, sacó a la luz investigaciones y propuestas desde la mirada de la neurociencia y la psicología que convirtieron a esta nueva forma de ver las emociones en una tendencia global que ha permeado desde la vida personal de millones hasta grandes empresas.

Se define como la habilidad para reconocer las emociones propias y ajenas, usar esa información para tomar decisiones, gestionando las emociones para relacionarse mejor con otros, adaptarse a las circunstancias y alcanzar objetivos.

Comprender la inteligencia emocional ayuda a las personas a ser más conscientes de las razones detrás de muchas de sus decisiones y comenzar a usar sus emociones provechosamente para motivar, planificar y lograr metas en sus vidas.

La ciencia detrás del concepto se basa en que la parte más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, de donde emergieron los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante: la neocorteza. Un hecho que revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.

Goleman señala que son cinco los componentes básicos de esta inteligencia: autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidad social. Es allí donde está la clave para usarla en provecho de una vida más equilibrada.

Como en todo, hay quienes han desarrollado estas habilidades más que otros. Estos últimos tienen el reto de trazar su camino para la gestión de las emociones. Profesionales como los psicólogos aplican pruebas y apoyan a los interesados en avanzar en esta meta. Además, existen abundantes libros escritos por científicos serios (hay que separar la ciencia de la autoayuda) que también son útiles en el proceso.

La inteligencia emocional parte del autoconocimiento, la clave en ese aspecto es reconocer las emociones propias, las razones que las producen. Esto es el primer paso para luego emprender la cuesta de la autorregulación, que no significa reprimir, sino aprender a expresar lo que dicta el corazón. Así se construye la base para la motivación, que nos impulsa a querer llegar más lejos (en las distintas áreas de la vida).

Transitado ese camino, la mesa queda servida para la empatía (ponerse emocionalmente en el lugar del otro): la llave para relaciones familiares, laborales, empresariales, más placenteras (habilidad social).

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